Estallando desde los falanasterios, aquellos que no pudieron resistir la utopía fourreriana: huyeron a Villa Ballester. Sólo que en aquel entonces no se llamaba así. Huyendo del mundo entallado, correcto, a medida; midieron aquel otro descomunal, vacío y abordable; cómo en poltergeist: irremediable cementerio. Escapando de aquella libertad reglada, de la fantasía de la fábrica: megafón y Arcángelo. No, jamás iban a aceptar un comando, una indicación una ruina de su amor. Estos románticos irredentos, polentosos, repollescos, adjetivados iban a huir, a mayor o menor velocidad, pero inexorables.
Dicen aquellos que alguna vez estuvieron que aquí ya no había indios, okupas fantasmas, tierra libre y vacía, de chacras y ciénegas (porque no confundamos la inconmensurable y borgeana llanura donde no existía el ayer y el mañana con esta tierra cenagosa, de entre los cauces de los ríos, rica en anguilas, sauces y lirios: porque Borges quiere que olvidemos indios y aliens en una dulce, suave y falsa síntesis hegeliana). ¡Oh usurpadores de los mitos!
Y estos extranjeros quisieron moldear sus propios falanasterios, templos regulados. Viendo la ciénaga pensaron que unas semillas de occidente bastaban para ella, pero la mecha, la combustible estaba en el barro de sangre y mataderos, de runas y pueblos. Recuerdo Ballester de antes de los puentes, exclaman arcanos oxidados. Recuerdo las ci enagas y los cotos de caza que hoy sobre una vereda de macadam parecen imposibles. Y cuando veías el tiempo desplegado en tragedias exhalabas llena de amor sabiendo lo fútil del esfuerzo de la tierra ajena. Como el enamorado que colma de regalos y berretines a un amor de otro, ciego de ambos deseos, despilfarrado y dañanado.
Y todas las mañanas el te esperaba laborioso, y por las noches te corría por las calles clamando tu nombre, lejos de tu nombre. Y como aquella que ama el esfuerzo lo amaste, de lejos, por la novedad. Y tu cienga fluía debajo del corset de asfalto que occidente te ceñía, pero el intruso construía monumentos a tu gloria, pequeños altares secretos, de yerbas, de frutales, de alamedas, de casas tudores con trópicos en tus puertas. Y como de Europa te trajeron los hierros que surcaron tu fango y los científicos que turbaron tu calma así les diste tus hijos que anunciaban tu orgullo.
En esta tómbola del amor ¿quién podía salir ileso?. Sangre , puñal y represión y semillas de futuro o progreso.
Hoy extranjero de vos te digo te amo.
PD: Acaso sirva esta nota para decirte que si pretendes no leer lo que leeiste seas ciega.
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