domingo, 8 de noviembre de 2009

La dulce melancolía de huir.

La suave música de huir de vos, el ritmo, la candencia de las palabras y una niebla que todo lo cubre. Se difuman nuestras siluetas y aquellas certezas que nos afirmaban, aquellas palabras que nos anclaban a la tierra, se vuelven débiles y asi empezamos a pensar que podemos ser otros, otros que nunca se conocieron y nos extrañamos de nosotros tambien. Podemos ser otros y eso destruye lo que somos, nos extrañamos y comenzamos a huir.
Las dulces palabras de la despedida que nos alejan, nos extrañan y nos reencuentran con aquel vacío que negabamos al ser, las tiernas palabras que se dicen al decir adios. Cuestionar aquello que me decías no tiene sentido, porque es tan cierto como este huir, como esa muerte que nos arroja a vivir. Hoy me siento con ganas de viajar, con la necesidad de huir, de reencontrarme y de ser extranjero, de ser extraño y poder empezar a pensarme.
El ritmo del adios que puede ser tan bello como el ritmo del amor.
Hoy estoy aca y debo empezar a arrancar hacia nunca.

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